domingo, 7 de diciembre de 2008

Reconstrucción

no estoy
y el viento barrió mi única carta, tu última carta,
y una lágrima robada a la belleza, dormida en la continuidad de la belleza,
ese perfume que sobrevive a las horas y sobrevuela los pasillos del silencio…
una calle demasiado larga…:
la sombra atrás del paso que desestimó la sombra contra el muro,
creyendo que era un pájaro posado sobre los cables del alumbrado público,
o un fantasma;
tu pueblo en la rebelión de amaneceres colgados de mi ventana entreabierta,
mi pueblo en la confesión de otro epitafio,
otra independencia muerta entre las manos sangradas de memoria,
otro alarido, tus voz rozando el filo de la noche en mi ventana y…
…y el dolor borrado de los trenes que desaparecen hacia el sur, atrás del docke y el olvido…
...imposible que se me borraran las palomas en las retinas,
te veo saltar por los techos como si fueras mi sueño,
te veo caer en mi sombra como si fueras un pájaro, o un poema,
o solamente tu cuerpo desnudo
sobre la reconstrucción de la belleza,
sobre la contradicción de mis sentidos,
sobre la revolución de la mañana…

sábado, 6 de diciembre de 2008

hamaca




(...) tendría que desplumar a todos los gorriones que cruzaron por la calle a esa hora,
pero quizá aún fueran demasiado hermosos
y sólo me queden las mismas calles de siempre, demasiado ausentes,
demasiado lentas,
en el amarillo muerto de las hojas caídas que mis pies pisaron...
tu voz me urge y ya ves,
creer en el viento es por demás poético para este cuento,
puede arruinarme la luna,
puede dormirme en un hueco tapado con papel de diario
y todo eso no será más que llevar tu voz adentro y cerrar las manos vacías...

(...) la verdad es que no puedo conciliar las horas en este libro de palabras nuevas,
porque todos los libros son viejos y las palabras llegan desde lo que no se dijo;
ni voy a unir mis pedazos con el jugo del silencio,
porque en verdad no puedo conciliar las horas y los días y el murmullo de los años...
apenas hoy los respiro y... quisiera decirte...

...pero tendría que desplumar a todos los gorriones que cruzaron las veredas a esa hora,
quemar las sombras serenas que arrastraron las ramas de los arces por las baldosas,
pedirle al ángel de Piazzolla que me sostenga otro rato mientras cantan las alcantarillas
(es como un río que pasa entre las piernas y te deja sin necedad, escuchando a los ángeles)
...mirar a una puta y olvidarme de mirarla,
mirar al demonio de frente y desvestirme,
mirar al tiempo y tirarme en una hamaca, como si fuera tu hamaca,
y que me lleve de cara al cielo y de cara a la tierra
sobre ese rasgo de dulzura que me alimenta el alma y, sin saber vos, me hamaca,
cuando no es preciso más que una sonrisa que puede traer amargura...
y es por eso que los ojos queman cuando ven sin ver,
por eso las manos duelen y son suaves,
por eso no te exorcizo del paisaje y... quisiera poder decirte...

viernes, 5 de diciembre de 2008

BALSAMOS Y VINOS




Ángeles y abrepuertas, bandoneones y zaguanes, constelaciones y hebillas,
dos pájaros recostados sobre un montón de papeles,
dos pensamientos tocándose en el viento a través de la ropa...
y la inconciencia...
la cabeza recorriendo las migraciones absurdas del deseo,
y la conciencia...
...vos, yo, lo ajeno,
los afiches de la calle, el jengibre,
una procesión de cuerpos que demanda y que desborda...
el pueblo, un equilibrio constante de siluetas en mansa contradicción unas con otras,
unos y otros, despeinados, malolientes, desteñidos,
en una bella ciudad surrealista,
con realidades, sin embrago, tan humanas,
y debilidades tan sensibles,
que son, quizá, lo más noble que tenemos,
a la vez que son la moneda de cambio entre días y noches,
lunas y espinas, bálsamos y vinos dulces... o agrios.
Mi espacio (y a quién más puede importarle?), mi espacio mide un abrazo,
una lámina de piel, un renegrido relámpago en la tierra, un par de versos,
y un juicio, mi juicio, poco o mucho,
mis cuervos y mis palomas, mi América y mi ojo tuerto,
que pierde objetividad cuando intenta ver más ancho que la anchura de mi amor,
o quiere pensar lo que no piensa el amor,
o procura destrabar los secretos del amor en unas torpes palabras
que se enfrentan con la vida y no le importan a nadie...

POR LA BOCA ANCHA DEL RIO

Hay un recuerdo sintético, en las paredes, de lo que fueran las horas de otras vidas,
un regreso vago al mundo de los sueños de hombres y mujeres
que nos hablaron con la propia sangre,
pero una fuga casi visceral de vientos (que es como una lija en la historia)
corre por la boca ancha del río...
quizá en Colonia, o en Montevideo, o en algún lado, se escuchen las plegarias de otros días,
de Buenos Aires.
...(y sin querer te busqué la ternura entre los pliegues del vestido,
sin querer domesticarte, sin querer arrepentirme jamás del miedo,
y mordí con lealtad tu nombre entre los gritos de todos...)
La noche me endemonió los dedos de hilos claros;
en esto que es el amor no hay más que un par de razones para estarse en pie noche tras noche,
y con esto, y un par de hojas vacías, y algunas perlas guardadas en el alma,
la calle se hace el espacio fundamental para el encuentro entre un extraño y sus huesos;
pasan humanas y hermosas conversaciones que nunca llevan a nada,
o sí... nos llevan a conocernos,
conversaciones que uno le saca a un árbol, a una puerta, a un demonio, a un grillo,
espejos en cada charco y charcos en cada rostro
volviendo la realidad como un mortero que machaca ideas, dudas y deseos,
curtiendo la piel con besos y raspones... en eso puedo sentirme,
pero, ya sabés quién soy, de tanto en tanto le rezo a mis santos y hermanos
una peregrina lágrima, una impúdica oración de patria o mierda...
vos y mi flaca canción derriten las parafinas, son todo lo que poseo,
además del cuento de los sueños de los que hablaron con tanto amor y fiereza,
que no los devuelve el tiempo, y por eso no los acaba...

LA RAZÓN DEL BUEY

Amable luna de esta noche,
terrible luna que se pega a la ventana,
y aunque se pega amablemente como un perfume
también, como uno de esos perfumes que se le pegan a uno, siempre es algo ajeno...
no es como la canción del alba, ni como las frutas del puerto,
es...
es como las braguitas de Ana, como las chucherías de María, como los ojos de Laura,
mías tanto como un ave en vuelo,
como su mismísima cara... amable, luna, jazmincito,
brisa dulzona trayendo una milonguita brava por los pasillos del lupanar de mi cuerpo,
un encuentro con la fe y, a la vuelta, un encontronazo con el ateismo puro de mis años,
ensueño de una ciudad semidesierta que es este abrazo mojado a medianoche,
báscula de uvas y rouge que no mide la razón bruta del buey, sino la fuerza de un hilo...

...y yo quieto, ante la provocación de tu naturaleza,
quieto, y te observo, y te huelo.

MONEDAS DE BARRO

(artículo editorial, reista El Desván - diciembre de 2008)- por Horacio De Stefano

Un mes más, un año más, otro palote en la cuenta del calendario. Siempre me jacté de renegar contra las fechas, diciendo que a fin de año no se me ocurriría hacer balances, porque en realidad es un día más, un mes más, un año más… otro sueño. Justamente en ese punto clavo las guampas y me quedo con la mejor cara de estúpido ante el espejo… “otro sueño”… cada comienzo me reclama un sueño, cada final espera ver qué tan lejos llegué soñando… si eso no es el disparador de un balance, no sé qué otra cosa pueda impulsarlo. Y ojalá lo sea, mejor que encontrarse frente a un desierto de esperanzas, palpaldo en el bolsillo esa bala de plata que uno guarda para el momento oportuno. Tiene mi nombre esa bala, y -como me dijo un amigo una noche desesperada, cuando le pedí prestada la suya- es personal, no puede prestarse.

A través del tiempo (y de las ganas de vivir o de matarse) las balas cobran formas maravillosas… una carta de amor, la foto de la mujer que uno ama… siempre preciosa, siempre dulce, y como el vino, se pone mejor con los años. Un sueño en el que uno no piensa cotidianamente también es una bala que se rescata del olvido. La suma de los balances de años pasados también lo es.

Inventarios de herramientas emocionales llenan estantes en la ferretería del alma… y siempre está ese ferretero odioso, riéndose de nosotros cuando le pedimos algo, alguna pieza necesaria que no sabemos cómo se llama, y entre torpes intentos de describir el objeto buscado, el ferretero se despacha despectivamente, socarrón, horrible, hasta que se cansa de escuchar nuestras fracasadas maneras de llamas a las cosas y, abriendo el nomenclador de una memoria repentina, dice: “ah… el diafragma del calefón!!!”... lo peludo es que uno no busca pedazos de calefón, sino algo adentro del pecho, y se presenta la conciencia, reverenda desgraciada vestida de ferretero, que se ríe como un chamán frente a un pobre infeliz desesperado por encontrar, por ejemplo, un sueño perdido.

Balances… nos quedamos callados y nos encerramos en el pecho para contar las monedas que quedaron en el alma. Lo maravilloso es que uno decide cuánto valen esas monedas. Maravilloso y peligroso, claro, porque no sirven para pagar nada, absolutamente nada, sólo para saber si uno tiene esas monedas… monedas de chocolate, monedas de nácar, monedas de beso, monedas de abrazo, monedas de sonrisa… son nuestro tesoro, nuestro único tesoro, invaluable para alguien más que nosotros, intransferible (como la bala de plata). Y no consiguen amores, ni pagan viajes, ni ganan batallas, ni realizan sueños… es al revés, son amores, caminos recorridos, triunfos, ilusiones palpadas… y… da miedo mirarse los bolsillos del zurdo, no?.

Uno decide cuánto valen esos tesoros. Claro, no es simplemente mirar las monedas y creernos que somos ricos… el ferretero está muy atento a nuestra torpeza, picado de vino de fin de año, guiñándole un ojo al destino, oyendo lo que decimos y… simplemente no nos deja mentirnos, porque en la ferretería del pecho ya no hay oportunidad de engañarnos, tenemos al chamán adelante, con un lápiz en la mano, anotando. Cierto, uno puede decidir pasar de largo y dejar al ferretero solo con su inventario… pero siempre, tarde o temprano, llega un día en el que el agua de la ducha sale helada y uno está solo con uno mismo y su calefón roto…

Un mes más, un año más, otro sueño… vos sabés de esto, te miraste al espejo muchas veces, te quedaste en silencio muchas veces. A mí no se me ocurriría hacer balances de fin de año, porque en realidad es un día más, un año más… otro sueño. Y acá estoy, fanfarroneando mis pasos con las muletas que me regaló la calle de mis sueños, besando el aire dulce de la noche y buscándole la quintaesencia al polvo de la poesía humana… sí, eso somos, una poesía… vos, yo, todos. De repente la cocina huele a especias… canela, clavo de olor, romero… en la casa hay una sombra saludable que envuelve a todas mis sombras para hacerlas una y ayudarme a ser un hombre con una sombra… y estás vos, y estoy yo, y están todos… monedas de poesía. Los libros tiemblan, el cigarrillo humea, las sábanas son… una bandera, un mapa. Y en cada sombra, en cada fragancia, en cada libro, en cada pucho quemado, en cada pliegue de las sábanas, hay una puerta; y atrás de cada puerta hay un estante lleno de elementos por inventariar, pero de repente el ferretero me mira y, por una vez, sabe lo que quiero decirle y no se burla… y en un vistazo resume la búsqueda a dos elementos: una bala y una moneda… “es lo que hay, che” me dice, y me deja elegir.

No te voy a decir cuál de las dos elijo. Podrían ser una misma cosa. Vos no m cuentes lo tuyo. Podrían valer mucho o poco… en todo caso, valen lo que me vale la vida y la muerte. Pero hay que tener cuidado… es fácil trampear a un pobre idiota con una moneda falsa, tan fácil como encontrarse con una bala de chapa con la pólvora mojada… no se me ocurre una salida mejor que tratar de conocer al ferretero, hacerme amigo del chamán, conversar con la conciencia… definitivamente, un balance.

En mis cuentas no hay cifras, ni signos, ni anotaciones al margen… son sensaciones tan inexplicables como la bendita herramienta que no sabemos cómo se llama, pero la necesitamos. Son latidos que salen de algún lado, son la realidad y la fantasía haciendo sumas y restas hasta lograr la unidad de ambas.

En la totalidad de mis pasos está el resumen de mi camino, todas las huellas juntas dan la forma de una huella que me resume. Los hombres se resumen en su pueblo… qué vamos a hacer como pueblo?... hombres y mujeres nos resumimos en nuestros hijos… qué vamos a hacer como familia?... hombre y mujer se resumen en uno… qué vamos a hacer como unidad?...
En una hoja de papel cabe mi poesía. En los labios entreabiertos cabe mi beso y mi aire. En mis pupilas caben luces y sombras; en mi abrazo tu cuerpo y en mi cuerpo el barro. En una mano cabe mi tesoro…: una bala y una moneda. Puedo vivir con la decisión, pero no sin mi tesoro.